sábado, 7 de junio de 2014

An awful sound

Se oye el disparo y largan. Todos corremos, como cuando arranca el poliladron, para todos lados armando un descontrol. Parece un baile, un recital. Estamos chocándonos, empujándonos, un poco nos reímos y también nos enojamos.
Te toco - no te toco.
De pronto, te veo. Y desde donde me mirás nadie más que yo te ve. Sonreís. Quizás se me aflojan las piernas, tal vez me tropiezo; la cuestión es que me caigo. Me raspo las rodillas pero, agitada pensando en volver a mirarte, me paro y no me importa nada el colgajo de sangre y piel.
Te busco con los ojos, desesperada. Tengo taquicardia y me está faltando el aire. Retomo la corrida, me vuelvo a meter entre los que corren y, como ellos, descontrolo ese gran patio.
Ellos corren sin rumbo, yo sé a dónde voy. Yo voy buscándote con suma urgencia, como quien sabe que es ahora o nunca. Si no te encuentro pronto, si no me memorizo mejor esos dientes y esa boca, las comisuras en una perfecta sintonía con tus cejas... tengo miedo. Debo encontrarte, me obligo a no parar.
Corro. Pico contra un borde del patio y salgo disparada hacia el opuesto. La mirada atenta, por arriba, por abajo. Corro y se hace de noche, sigo corriendo. No paro de buscar. La gente se hizo oscura, son fantasmas, son bolsas de arena que me rebotan contra el cuerpo. Me caen como piñas, contra el lomo. Me caigo algunas veces más pero, valiente y cansada, me vuelvo a parar y no paro de correr.
Se está haciendo de día, clarea. Los cuerpos vuelven a tener colores en la ropa, el piso es piso y el cielo es una manta anaranjada y radiante poniéndose celeste de a poco. Tengo pánico, ya no es simplemente miedo. Se acaba el tiempo y nunca más te vi.

Bang, bang. Estoy liquidada.